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miércoles, 11 de mayo de 2016

OJOS DE CIEGO 2.







Un imaginario, de una de las zonas más típicas y tradicionales de la capital Colombiana, percibida desde otro punto de vista…o mejor sentida y escuchada por un invidente:

Las estridencias, los chillidos rompen el sonido de fondo que se extiende como un continuo murmullo, decadente y natural por todos los rincones. Todo un universo auditivo contenido entre los pasajes de la calle 10 - en pleno corazón de Bogotá - y que los desborda tomándose las calles aledañas como un inmenso río sonoro. Música de la naturaleza; voces que pregonan por igual los productos del hombre y la arcilla de los alfareros. El ritmo frenético del trabajo se respira en todo el ambiente, en todas las notas y vibraciones; hachuelas que repiquetean desgarrando  huesos y cartílagos, el trajín de los habitantes de la calle que bullen como hormigas por todos los rincones e impregnan con  sus vivencias el ambiente; el olor de los alimentos entremezclado con la contaminacion del transporte urbano y los pachulís del pasaje de vargas se revuelven en una sola huella desatada al amanecer. La vida llega muy temprano al mercado que nos encontramos en la calle 12  ofertas que van y vienen encontrando eco en los compradores que van mezclados con la multitud, agazapados, esperando la oferta del día para llevarse el botín. “Estos tiempos de hambre que obligan a la venta”, Sonidos de ciudad, indefinidos por los académicos pero poblados de hombre;  música de otras latitudes que huele a bazar turco y a regateo paisa.
Zambullirnos en las madrugadas de la minúscula plaza, es volver a los amaneceres en el canto repetido de los gallos, cuando el trepidar de la leña seca estalla en el oído de los somnolientos y hace borbotear el café; es sentir el ruido de los peones despertando a la faena; el primer ladrido de los perros: un ritual heredado a través de todos los tiempos y que permanece incólume en las memorias y en todas las haciendas de la región; es regresar a lomo de mula en los  recuerdos y hurgar en lo más íntimo de nuestros ancestros para tratar de recomponer la historia y no olvidar nuestras raíces hechas a golpe de machete y hacha  por las viejas  calles de la candelaria, el eje de todo nuestro mundo conocido;  por este camino llegamos al centro mismo del universo  donde el hombre se confunde lentamente con el sonido de la primavera en una sola fiesta : La Plaza de Bolívar ,  última querencia urbana de Bogotá  en los límites de la cordillera de los andes.

Karlos Osorio.

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