Te miro silencioso
desde la penumbra; con la voz quieta y apagados los ánimos. Te observo
meticulosamente a contraluz, a pleno sol, en los pensamientos que persisten en
tu figura cuando llega la ausencia. Te miro tratando de leer tu imagen,
descifrar cada uno de tus códigos e interpretar tus enigmas. Reconociéndote en
cada partícula y en cada átomo. Despacio para que no percibas la acción, ni
identifiques mi presencia.
Te observo silvestre
y anodina, pura como el agua de manantial; conmovida e impertérrita. Como un
felino me deslizo sigiloso a través de tu sombra y penetro en tu oscuridad; en
los terrenos vedados de tu planeta, más allá de las cosechas y de los
sentimientos. Llego a la muerte y aún después de la muerte, te seguiré
observando a través de los recuerdos que he dejado ocultos en algún lugar de tu
habitación.
Carlos
Murcia G.
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